Siempre detrás de todo joven con talento hay padres que están cerca y conocen a sus hijos, que asumen actitudes de compromiso y disposición para orientarlos; padres que dialogan con ellos, que los oyen, que comparten tiempo, actividades y espacios, pero que saben establecer los límites cuando el proceso de desarrollo lo requiere.
Así mismo, siempre es una condición para que aparezcan y florezcan los talentos, la presencia de maestros que prioricen el desarrollo frente al aprendizaje, de manera que se puedan promover las competencias con las que llegan los estudiantes. Un buen maestro conoce a sus estudiantes, les exige y reta porque sabe que cada día se puede llegar más lejos. Si sólo les exige, desaparece el clima afectivo requerido en todo diálogo de calidad, pero si no los reta, se sentirían bien, pero no avanzarían, no llegarían a un nivel mayor en su desarrollo, sino que permanecerían en el que ya alcanzaron.
Para mediar hay que estar y mirar hacia adelante. Tampoco se harían perceptibles, ni florecerían los talentos, si no fueran acompañados de esfuerzo y trabajo arduo, continuo y sistemático. La constancia y la dedicación son condición sine qua non para que aparezcan y se desarrollen. Por ello, si no están acompañados por pasión e intensidad, los talentos de los niños tendrán menos posibilidades de desarrollarse o, simplemente, no se desarrollarán. Para desarrollar la inteligencia analítica es indispensable leer para acceder a las ideas que la cultura ha elaborado. Así mismo, es condición necesaria contar con maestros de calidad que ayuden a los niños a construir los instrumentos del conocimiento que les permitan cualificar sus representaciones de la realidad social y cultural y con maestros que les ayuden a desarrollar sus operaciones intelectuales y sus procesos de reflexión sobre su propio pensamiento. Sin lectura, sin reflexión y sin maestros de calidad, es imposible el desarrollo cognitivo.
Para desarrollar la inteligencia valorativa necesitamos de la mediación de los otros para confrontar nuestros propios juicios y nuestras propias valoraciones. Solo con los otros encontramos los límites y nuestro propio conocimiento del sí mismo.
Para desarrollar la inteligencia práxica, requerimos de experiencias concretas reflexionadas. Requerimos acción, pero también de reflexión. Y en la reflexión, necesitamos que los otros nos ayuden a ubicar nuestras dificultades, nuestros errores y nuestras ilusiones. Como puede verse, es indispensable tener en cuenta diversos factores cognitivos y no cognitivos al hablar de las inteligencias y los talentos y es inevitable concluir que los talentos en gran medida no nacen, sino que se hacen. En consecuencia, se consolidan solo si están acompañados de dedicación, trabajo, empeño y mediación.
Es gracias al trabajo, al esfuerzo, a la lectura, a la consagración y a la mediación familiar, social y cultural que nos volvemos más inteligentes y más talentosos.
Como señalamos atrás, detrás de todo joven con talento siempre encontraremos un padre o una madre que favoreció una amplia exploración de intereses desde edades tempranas; siempre se podrán rastrear maestros que supieron mediar y potenciar los procesos de desarrollo.
Por ello, se puede afirmar que el talento no reposa tanto en la cabeza o en las manos de un niño como se supuso durante el siglo XX. La inteligencia y el talento dependen esencialmente de la interacción del niño y el joven con los mediadores y con la cultura. Esta conclusión implica que, en sentido estricto, no nacen niños más inteligentes que otros; lo que sucede es que hay niños que se vuelven más inteligentes y más talentosos fundamentalmente gracias a la calidad en la mediación de la cultura que ellos tuvieron la fortuna de recibir.
La vida contemporánea es significativamente flexible y cambiante en tiempos y espacios breves. Las instituciones sociales –al igual que las económicas y políticas– se han vuelto crecientemente diversas y cambiantes. Los matrimonios se disuelven a diario, las familias se diversifican, los movimientos políticos sustituyen a los otrora poderosos e inflexibles partidos políticos; las escuelas se adaptan a los individuos y a las cambiantes necesidades de la época; las empresas, los productos y los procesos se adecuan a las condiciones aceleradamente cambiantes de la vida económica. La sociedad, como un todo, se flexibiliza.
En síntesis, las verdades hoy deben considerarse relativas (dependen del paradigma con el que se les mire), contextuales (dependen de la situación social y cultural en el que se interpreten) e históricas (dependen del contexto histórico en el que se estén analizando).
El mundo está cambiando a un ritmo sensible y los grandes retos que se desprenden para la educación en general son los de formar individuos flexibles, con mayor capacidad adaptativa y que entiendan el carácter relativo, contextual e histórico de toda verdad. Individuos que puedan convivir en un mundo aceleradamente cambiante, diverso e impredecible.
Hay que formar a los individuos para que aprehendan a convivir con las incertidumbres de la vida y de la ciencia.
La escuela tradicional terminó por volverse obsoleta en las últimas décadas frente a los sensibles cambios sociales, económicos y políticos vividos a nivel mundial. La escuela homogenizante, rutinaria, descontextualizada, mecánica, fragmentaria y repetitiva no se corresponde con un mundo social y económico cada vez más flexible, global, incierto y cambiante. Un mundo en el que la vida económica, política y social se tornó altamente diversa y flexible, no se corresponde con una escuela que enseña lo mismo a todos, y que lo hace de manera tan rutinaria. Más exactamente, la escuela actual no se corresponde con el mundo actual. El mundo es flexible, cambiante y diverso, y la escuela sigue siendo rutinaria, inflexible, descontextualizada y estática.
El mundo exige flexibilidad y creatividad para adaptarse a una situación profundamente cambiante, y la escuela asume currículos fijos delimitados desde siglos atrás. ¡Unos jóvenes que vivirán en el siglo XXI formados con maestros del siglo XX, pero con modelos pedagógicos y currículos del siglo XIX!