Según expresamos en el libro ¿Cómo diseñar un currículo por competencias? (De Zubiría, 2012), la pregunta “¿A quién enseñamos?” tiene que ver con la caracterización del contexto sociocultural que condiciona la sociedad en un momento histórico y un espacio determinado. Por esta razón, cuando se quiere delimitar el diseño curricular, es necesario caracterizar el contexto histórico, cultural, social, institucional y personal de cada uno de los estudiantes bajo nuestra responsabilidad.
Este principio se sustenta en otro más general derivado de los enfoques socio- culturales, y que fue formulado con profundidad por Vigostky, Wallon y Merani: somos seres histórica y culturalmente determinados. De allí que cuando delimitemos el currículo se hace necesario precisar en qué contexto lo haremos. Somos seres sociales, históricos y culturales, y por eso necesitamos enraizarnos en el tiempo, el espacio y la cultura.
El contexto caracteriza las condiciones, costumbres, valores e ideas de una cultura en una época y en un espacio determinado. Tiempo, cultura y espacio se entrecruzan para caracterizar las maneras de pensar, sentir y actuar de un grupo humano y un individuo en particular.
Como proceso social y cultural que es, la educación tiene que adecuarse al medio y a la cultura. Por este motivo, se diferencia según contextos, épocas y culturas. Así, los propósitos tienen que tener en cuenta las características individuales y sociales de los niños en formación, para que les sean útiles a ellos y a las sociedades en las que están siendo formados, y según las condiciones y necesidades de los tiempos y las culturas en que se desenvuelven. Los contenidos tienen que consultar la época, el espacio y la cultura, para que sean pertinentes individual, social e históricamente. Tienen que aportarle a su desarrollo y a su consolidación.
Según este principio todas las áreas, al seleccionar los propósitos y contenidos, deben tener en cuenta las condiciones del contexto sociocultural, histórico, ambiental, institucional y personal. Para tener en cuenta el contexto sociocultural hay que dialogar con la cultura, con sus mitos, sus ritos, sus interpretaciones, sus fantasías, sus representaciones, sus expresiones, sus valores y sus ideologías. Hay que conocerla, interpretarla, cuestionarla, relativizarla y proyectarla. Entonces, puede que no siempre el papel de la escuela sea procultural, algunas veces deber ser contracultural, pero siempre debe atender al contexto cultural que la condiciona.
Es descontextualizado pontificar desde otra cultura sin conocer o sin comprender la naturaleza de las ideas y los valores que sustentan culturas distintas en las que está también inmersa la escuela. Es lo que sucede cuando nos sentimos poseedores de una única verdad. Es lo que sucede cuando desconocemos maneras, formas, valores y religiones diversas a las nuestras. Es lo que le sucedió a España cuando arrolló a sangre y fuego las diversas culturas milenarias que habían desarrollado ideas, religiones, mitos y ciencias diferentes a las desarrolladas en Europa para el siglo XV. Es lo que les sucede a los que creen que hay una sola dirección y un solo sentido en la historia y que por eso se sienten con derecho a pisotear las culturas que se distancien de ese horizonte para la historia. Por ello, Hitler se sintió con el derecho de eliminar una raza diferente a la suya. Por eso, hoy en Francia se prohíbe el uso de la burka en las calles a las mujeres árabes, para enseñarles a los musulmanes que sólo serán recibidas en las calles de París quienes piensen y valoren como lo hacen los católicos y occidentales. Es la lógica del pensamiento único y hegemónico. Es la lógica de la ausencia de libertad y del irrespeto por lo diferente.