Segundo principio:

La integralidad

Lineamientos Curriculares


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La integralidad sigue siendo una promesa incumplida de la escuela. Y aunque se menciona con frecuencia en los discursos y planes oficiales, y en casi todos los PEIs de la casi totalidad de instituciones educativas de América Latina, en la práctica estamos muy distantes de alcanzar una formación integral. Se trabaja, media y evalúa casi exclusivamente solo lo académico. Se ha llegado a tal extremo que los propios Ministerios de Educación de la región, hablan de los “años académicos”, o de las “áreas del conocimiento” y determinan la promoción de grado exclusivamente teniendo en cuenta criterios académicos.

Para tomar la decisión de promoción de curso de los estudiantes en los colegios y las universidades se toma casi exclusivamente en cuenta el balance en las asignaturas “académicas”, no se realizan evaluaciones de actitudes o competencias y tampoco hay profesores, currículos, horas, clases o textos dedicados al trabajo socioafectivo o práxico.

Esa ha sido política pública en educación desde muchos años atrás. Vivimos una escuela sesgada hacia lo académico. Y este sesgo racionalista se ha incorporado en todas las escuelas y ha sido defendido por docentes, padres y estudiantes. De allí que estudiantes y padres de familia –incluso en el Merani-, se extrañen o rechacen las evaluaciones actitudinales y las decisiones de promoción de curso teniendo en cuenta criterios socioafectivos, práxicos e integrales. En los currículos tradicionales no hay asignaturas para conocernos a nosotros mismos, reconocer el lenguaje no verbal o elaborar nuestro propio proyecto de vida teniendo en cuenta nuestros intereses y las necesidades sociales. La escuela actual no nos enseña a invertir adecuadamente el dinero, a planear el tiempo a mediano y largo plazo, a organizar una fiesta, bailar en las rumbas o a mejorar la asertividad en las miles de actividades que nos demanda la vida cotidiana. Por una extrañísima razón, a alguien se le ocurrió que era más importante aprender cálculo que aprehender a comprehenderse a sí mismo, o que era más importante saber dónde quedan los ríos, las montañas y los lagos del África y Asia, que ayudar a los individuos a desarrollar su autonomía, su comprehensión del contexto y su solidaridad.

La escuela actual es muy poco integral ya que prácticamente todo lo fragmentó. Fragmentó el conocimiento en asignaturas y dedicó la casi totalidad del tiempo a los aprendizajes escolares, al tiempo que ir a la escuela es casi sinónimo de estar aprendiendo un conjunto de asignaturas académicas. De esta manera, le seguimos enseñando a los niños un conocimiento fragmentado que mantiene un énfasis casi exclusivo en lo cognitivo.

Es cierto que en el Instituto Alberto Merani hemos avanzado hacia la integralidad al incorporar la dimensión socioafectiva, al crear el área de Comprensiones Humanas, al evaluar actitudes o al establecer requisitos para ver el nivel de consolidación de las competencias éticas al culminar cada ciclo. También avanzamos al reconocer que artes y educación física son áreas con tiempos, docentes e importancia similar a todas las demás áreas. Aun así, la integralidad sigue teniendo objetivos pendientes en nuestra innovación educativa. Todavía, por ejemplo, nos falta incorporar la dimensión socioafectiva

en cada una de las competencias trabajadas en las diversas áreas. Avanzamos de manera muy importante durante el seminario de 2021, pero sigue siendo una tarea pendiente por consolidar. Al fin y al cabo, somos hijos de Kant y Piaget. Ellos han sido nuestros teóricos de cabecera durante décadas y tal vez por eso sigue predominando en nuestra propuesta el desarrollo cognitivo.