¿Qué es la edad de desarrollo?

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De manera conjunta, la edad de pensamiento y la valorativa constituyen la edad de desarrollo, criterio que proponemos utilizar para la ubicación de un estudiante de capacidades excepcionales en un determinado curso escolar, y que es el que utilizan actualmente instituciones especializadas en el talento y la excepcionalidad como el Instituto Alberto Merani en Colombia.

Para determinar la edad de pensamiento se tiene en cuenta el nivel alcanzado por un estudiante en sus instrumentos del conocimiento y sus operaciones intelectuales. De esta forma se espera que un joven que tenga buenos procesos de lectura, diálogo, estudio y aprehendizaje, eleve en mayor medida su edad de desarrollo cognitivo, pues la lectura, el diálogo, el estudio y el aprehendizaje permiten ejercitar las operaciones intelectuales y cualificar los instrumentos del conocimiento. Con ello se organizan y diferencian las proposiciones, los conceptos y las cadenas de razonamiento. Por el contrario, un estudiante con bajos niveles de lectura, diálogo y estudio, no convertirá su capacidad intelectual en operaciones intelectuales desarrolladas ni en mayores y más diferenciados instrumentos de conocimiento. Paradójicamente su capacidad intelectual muy alta se queda sin convertirse en pensamiento (proceso mucho más común de lo que suele parecer a primera vista).

Así mismo, debe advertirse que el desarrollo de la inteligencia intra e interpersonal del estudiante depende esencialmente del tipo de relaciones que establezca en el hogar. Del diálogo, la orientación y el apoyo a la formación de la personalidad que reciba en el hogar, dependerá en buena medida la estabilidad emocional general que muestre el niño en el colegio y en la vida. Hogares más democráticos, dialogantes y participativos tienden a favorecer niños más alegres, con mayor independencia de criterio y autonomía; de otra parte, hogares permisivos debilitan la necesidad de logro, las interacciones del menor y la calidad de su proceso de descentración. Así mismo, familias “abandónicas” refuerzan los sentimientos de tristeza y soledad, al tiempo que los hogares sobreprotectores limitan el proceso de maduración y no preparan al niño para enfrentar los complejos dilemas que demanda la vida y la interrelación con los otros.

La edad de desarrollo de un estudiante no depende exclusivamente de factores personales y familiares, ya que también intervienen los factores institucionales. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que al interior de una misma institución educativa los factores institucionales tienden a ser similares para los diferentes estudiantes y, debido a ello, son menos variables. Los profesores, los directivos, los currículos, las dinámicas de las clases y extraclases son similares para los estudiantes de una misma institución. Pero aunque sean similares no son iguales. De allí la necesidad para que también sean intervenidos, en mayor medida si se trata de instituciones educativas diferentes.

En oposición a las escuelas tradicionales, que frenan la autonomía y limitan el pensamiento, las instituciones que promueven la edad de desarrollo de sus estudiantes son aquellas que tienen más claros sus propósitos, favorecen un aprehendizaje significativo, promueven las habilidades para pensar y el desarrollo de la autonomía de sus estudiantes.

Teniendo en cuenta lo anterior, las instituciones educativas deben velar porque sus profesores ejerciten de manera sistemática y dirigida las operaciones intelectuales de sus estudiantes, favorezcan el aprehendizaje de los instrumentos de conocimiento propios de cada ciencia y contribuyan a la formación de individuos cada vez más autónomos e interesados por el conocimiento. Así mismo, deben velar porque dichos procesos cubran a la totalidad de los estudiantes y no solo a algunos de ellos.