¿Qué debe entenderse por el concepto de efecto pigmalión?
Por lo general, detrás de cada joven apasionado por el conocimiento hay un maestro, un padre o una madre que cuando aparecieron las primeras preguntas, siempre ofrecieron alimento, afecto y estímulo a cada una de ellas. Padres y maestros resonantes con sus hijos y alumnos; y padres y maestros que creían en sus hijos y alumnos, generando lo que hermosamente ha llamado Terrassier (1994 y 2002) un Efecto Pigmalión positivo.
El psicólogo francés Jean Terrassier, después de estudiar durante un tiempo prolongado a niños y niñas de capacidades intelectuales muy superiores formuló en los años ochenta la teoría del Efecto Pigmalión. Terrassier encontró que los niños y jóvenes no respondían propiamente a sus capacidades, sino a las expectativas que de ellos tuvieran los adultos cercanos. Esto significa que un niño o joven tiende a responder a las expectativas que considere que tienen de él sus padres y maestros. Si sus maestros creen que su alumno puede llegar muy lejos, llegará muy lejos, y si sus padres creen que el hijo no llegará muy lejos, entonces no llegará muy lejos.
Si el niño escucha con frecuencia que no creen en él, que no le ven posibilidades importantes de desarrollo, que desconfían de sus capacidades o que esperan poca cosa, entonces, poca cosa será lo que él dará. Pero también, puede suceder lo contrario: padres y maestros ver en el niño grandes posibilidades, talentos y un futuro promisorio. En este caso el niño recibirá un Efecto Pigmalión Positivo, que lo impulsará a crecer y a responder a las expectativas que de él tienen sus mayores.
El haber seguido en Colombia durante cerca de dos décadas a más de mil niños de inteligencias analíticas muy altas, nos permite concluir que detrás de cada joven de capacidades e intereses muy altos, siempre hemos podido encontrar padres y maestros que generaron durante la niñez un Efecto Pigmalión positivo.
Por una paradójica valoración, en la escuela utilizamos un tiempo muy alto en hablar de los niños que presentan problemas y en hablar de los problemas que presentan los niños. Por absurdo que parezca, los maestros tendemos a hablar mucho mayor tiempo de los niños con problemas y de los problemas de los niños que de sus habilidades, destrezas, talentos y potencialidades.
Como lo saben de tiempo atrás los educadores de artistas y deportistas, hay que concentrarse en las fortalezas para desarrollarlas. Sin embargo, en educación por lo general hacemos lo contrario. Como destaca Drucker (1990), las escuelas tienden casi siempre a concentrarse en las debilidades de los alumnos, cuando Plutarco desde hace veinte siglos explicaba en su Paideia (crianza de niños) que lo esencial en educación era concentrarse en las aptitudes y los talentos de los niños, para que estos se superen en lo que ya saben hacer bien.
La teoría del Efecto Pigmalión formulada por Terrassier nos invita a colocarles retos que estén en su zona de desarrollo potencial a los niños3, a creer en ellos, en sus potencialidades y posibilidades, pues solo así llegarán muy lejos. Los niños y los jóvenes saben leer nuestras expectativas y dependiendo de lo que lean, así mismo actuarán. Padres y maestros podemos generar Efecto Pigmalión positivo o negativo en cada diálogo, en cada gesto y en cada comunicación con ellos. Sabemos a ciencia cierta que la mayor parte de las veces, y a la mayor parte de los niños, maestros y padres les hemos generado Efecto Pigmalión Negativo.
Para entender lo anterior es necesario tener en cuenta que las adecuadaas expectativas de padres y maestros impulsarán al muchacho a responder a ellas con mayor dedicación. Robert Sternberg (1999) reconoce también el papel que cumplen estas expectativas, cuando en una publicación hace algunos años afirmaba:
“Como aprendí por experiencia propia, uno de los mayores obstáculos al desarrollo de lo que llamo inteligencia exitosa son las expectativas negativas por parte de las figuras que encarnan la autoridad.”
Teniendo en cuenta el peso de las expectativas de maestros y padres en el desarrollo del niño, resulta especialmente preocupante que, según una muestra de 6.400 niños colombianos, uno de cada diez se siente odiado y rechazado por sus maestros. Esto significa que por lo menos el 10 por ciento de los alumnos reciben, clara y directamente, un efecto Pigmalión negativo en las instituciones educativas en las que estudian (Sarmiento y Daza, en De Zubiría y otros, 2003). En el mismo sentido, en EU, alumnos de CI muy superior se sienten muy poco motivados durante el 60 por ciento del tiempo que permanecen en el aula en los dos últimos años de estudio básico (Feldhusen y Sud Un Kin, 2000).