¿Por qué es necesario desarrollar en la escuela la capacidad para pensar?

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Vivimos un período caracterizado por una constante renovación de los conocimientos. Algunos autores han llegado a afirmar que hoy en día cada doce años se está duplicando el conocimiento acumulado y que en la actualidad estarían vivos el 80 por ciento de los científicos que ha conocido la historia humana. Si esto llegase a ser cierto, ¡querría decir que en los dos millones de años de vida humana que llevamos se ha creado tanto conocimiento como el que se creará entre el año 2000 y 2012! En estas condiciones, es absurdo pretender que la escuela siga concentrada en los aprendizajes específicos, como lo ha hecho desde tiempos inmemorables. Más que el conocimiento particular, es prioritaria la capacidad para comprenderlo e interpretarlo, para operar con él. Frente a una escuela concentrada en el aprendizaje de informaciones particulares, el mundo contemporáneo exige la formación de individuos con mayor capacidad para pensar, interpretar y argumentar.

Son ya suficientes los estudios, nacionales e internacionales, que demuestran que tal como está la escuela, la capacidad para analizar, sintetizar y argumentar no se desarrolla, por el simple hecho de que no se la ejercita en la escuela. Y no se ejercita porque no se requiere para los aprendizajes específicos que hoy dominan la escuela mundial. Sin embargo, cada vez más los individuos se están enfrentando fundamentalmente a símbolos y su trabajo como actividad dominante consiste crecientemente en analizarlos, interpretarlos e inferir a partir de allí.

La capacidad de abstracción es la verdadera esencia del análisis simbólico. La realidad se presenta como dato confuso que requiere inventario, como mezcla desordenada de ruidos, formas, colores y olores, carentes de sentido, y es gracias a la capacidad de abstracción que esta realidad adquiere sentido y relevancia.

Y no solo se ha acelerado la producción de conocimientos. Hoy en día la capacidad de almacenarlos en memorias externas al propio sujeto se está tornando prácticamente ilimitada, como lo demuestran la aparición de los archivadores, los computadores, los disquetes, los CD, el mp3, las memory stick e Internet, entre otros.

Aún así, el desarrollo de los procesos de pensamiento no bastaría como finalidad cognitiva de la educación. Además del desarrollo de las operaciones intelectuales, se requieren instrumentos de conocimiento propios de cada una de las ciencias. Se requiere que los estudiantes posean instrumentos claros, diferenciados, organizados y estables que les permitan representar adecuada y organizadamente el mundo.

Pensar requiere tanto de los instrumentos como de las operaciones intelectuales, y debido a ello, la escuela tiene que abordar tanto los instrumentos como las operaciones intelectuales o las redes conceptuales y las inferencias que se puedan extraer a partir de allí como afirmarían otras teorías (Carretero, 1989). Para la pedagogía conceptual2, el pensamiento involucra tanto los instrumentos de conocimiento como las operaciones intelectuales. Los instrumentos son aquello con lo que se piensa y las operaciones las que garantizan el procesamiento, el accionar sobre los instrumentos.

Esto quiere decir que no basta con enseñar a pensar a los alumnos. También es necesario proporcionarles herramientas cognitivas o redes conceptuales sobre las cuales ejercitar esa capacidad inferencial. Estos instrumentos de conocimiento son condición necesaria para acceder a la comprensión de cualquier ciencia.

La herencia de una especie que ya lleva dos millones de años sobre la tierra no puede ser enseñada en su totalidad a los estudiantes. No lo permitirían ni el tiempo, ni la pereza que ello despertaría en ellos. La pregunta en torno a cuáles contenidos enseñar es, en esta medida, fundamental, ya que sólo así se puede determinar cuáles son los aspectos esenciales de toda la herencia cultural que deban hacer parte de un currículo.

Como debería haber sido más evidente —y no lo es— hay que enseñar muchas menos cosas, pero que estas sean las esenciales y que se logren mayores niveles de profundización y dominio en ellas. Este es un principio pedagógico fundamental para comprender el trabajo curricular de instituciones muy exitosas en Colombia y en el mundo.